...
Andrés Lombana-Bermúdez (Universidad de Harvard – Berkman Klein Center for Internet and Society), investigador, diseñador y estratega digital, plantea que existen múltiples brechas digitales relacionadas no solo con el acceso a tecnología sino también con acceso a conocimiento, a motivaciones, a habilidades, a derechos y a oportunidades de participación en la cultura, economía y política.
Para nadie era desconocido que la vida se dirigía a ser en gran medida digital. La masividad en el uso de los llamados teléfonos inteligentes era un antecedente importante en esa transformación. Sin embargo, lo que nadie sospechaba era que este año nos enfrentaríamos de golpe a que todo, o casi todo, fuera digital. La pandemia cambió las reglas.
Ese abrupto cambio de escenario con el paso de los meses dejó en evidencia que la cotidianidad se volcó a un ecosistema digital. Desde la educación a la economía, pasando por la cultura, la política y la salud, pasaron a ser digitales.
Un proceso que conlleva cambios profundos con repercusiones en los futuros posibles que confrontamos en el mundo post-pandemia, plantea el académico de la Universidad de Harvard, Andrés Lombana-Bermúdez, investigador, diseñador y estratega digital especialista en la intersección de la tecnología digital, la juventud, la ciudadanía y el aprendizaje.
Lombana-Bermúdez tomó parte de la conferencia “Cultura Social Media 2020” sobre Tecnología emergentes antes futuros inciertos, realizada vía Zoom Webinar esta semana por la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.
El especialista resalta que la nueva normalidad a la que retornaremos estará fundamentada en las rápidas y forzadas transformaciones digitales que hemos vivido durante la crisis del Covid.
Esas transformaciones, aclara Lombana-Bermúdez, que de por sí ya venían ocurriendo a un ritmo acelerado desde finales del siglo XX, impulsadas por la masificación de las tecnologías de información y comunicación a escala global, “han cambiado la forma en que nos relacionamos, aprendemos, y participamos en la sociedad, nuestras rutinas diarias y estilos de vida”.
Todo ha cambiado. También la forma en que imaginamos y ejercemos nuestros derechos y deberes como ciudadanos y ciudadanas, destaca el investigador.
Pero junto con la aceleración de los procesos de transformación digital durante la pandemia, ha sido evidente la profundización de múltiples brechas o desigualdades, “que de manera dinámica interactúan entre sí”, dice.
“La brecha digital, que ganó tanto reconocimiento al inicio de la era digital y fue entendida como la diferencia entre los que tienen acceso a conectividad a Internet y a tecnologías, es en realidad no solo una. Hoy en día reconocemos múltiples brechas digitales relacionadas no solo con el acceso a tecnología sino también con acceso a conocimiento, a motivaciones, a habilidades, a derechos y a oportunidades de participación en la cultura, economía y política”, explica.
Brechas digitales, que, además, tienen su raíz en las desigualdades socioeconómicas, raciales, geográficas, educativas y de género que existen en las sociedades modernas. Y tal cómo Lombana-Bermúdez indica, son parte de procesos históricos de exclusión de larga duración. En ese sentido, “las desigualdades que revela la transformación digital amplifican y profundizan las desigualdades estructurales de las sociedades”.
La profundización de las desigualdades digitales tiene consecuencias negativas para el futuro de nuestras sociedades, subraya el investigador. Particularmente para poblaciones vulnerables y marginalizadas para las cuales el aumento de las brechas implica la reducción de sus oportunidades educativas, económicas, culturales y políticas.
Lo anterior se traduce en mayor exclusión e injusticia social. “Implica también la consolidación de monopolios de grandes empresas de tecnología a nivel global y de un aumento de los procesos de datificación de las relaciones sociales y de la vida humana. Como consecuencia de ello, también una mayor asimetría de poder entre dichas empresas, los estados, y los ciudadanos y ciudadanas”, Lombana-Bermúdez resalta.
Estamos en un momento crucial para el ecosistema digital. Muchos de los problemas que se habían advertido al inicio de la globalización de las TIC, son ahora visibles. Tal cómo el investigador apunta “ya no se pueden ocultar y están afectando a las sociedades en todas sus dimensiones”.
¿Cómo se podría tener un ecosistema digital más justo e incluyente? Lombana-Bermúdez responde que es necesario un esfuerzo conjunto, intersectorial, público y privado, que sitúe a los humanos y los ciudadanos y ciudadanas en el centro del ecosistema como agentes con derechos y con deberes.
Para tener un ecosistema digital más justo e incluyente, Lombana-Bermúdez dice debemos abrir espacios de diálogo sobre la ética que ha impulsado la transformación digital y los procesos de datificación. Por ejemplo, “sobre los modelos de negocio de las grandes empresas tecnológicas y sobre los derechos de los ciudadanos y ciudadanas como usuarias, consumidoras, y productoras de información y de datos”.
Lombana-Bermúdez señala en ese sentido que “es necesario que tengamos conversaciones multisectoriales sobre el bien común, la responsabilidad social y las consecuencias (previstas e inesperadas) de los procesos de transformación digital”.
Humanizar el ecosistema a través del diálogo y la conversación entre empresas tecnológicas, gobiernos, educadores, académicos y ciudadanos de todas las edades, es un camino que se debería explorar. Ese diálogo, indica, puede ayudar a formular políticas e iniciativas públicas y privadas que nivelen la cancha y reduzcan las asimetrías de poder existentes, de acuerdo a valores éticos centrados en el bienestar, la vida humana y el respeto a los derechos ciudadanos. “Estos derechos son hoy, y lo serán aún más en el futuro, derechos humanos y digitales”, recalca.